
Marco teórico para las elecciones
En Argentina hay elecciones legislativas en 2025. Y si bien este ensayo breve es sobre elecciones democráticas, no es un texto periodístico relativo a dicho año electoral de la Argentina. Se pretende proponer un marco de buenas prácticas en relación al debate mediático sobre las específicas elecciones del 2025, pero atendiendo a los lineamientos éticos politológicos de las elecciones argentinas, pensando, probablemente, en el mediano plazo.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, gobernada por el PRO desde el 2007 —18 años en el poder—, propuso suspender las PASO en diciembre del 2024. Según Jorge Macri, el gobernador, la medida se tomaría para «ahorrar más de 20 mil millones de pesos en una elección» y que «ese dinero no salga del bolsillo de los porteños» y pueda el gobierno proista «utilizarlo en otras prioridades». Es decir, el dinero de los porteños volvería a sus bolsillos por la suspensión de las PASO pero saldría de nuevo de forma inmediata hacia las arcas proistas para algún otro uso estatal. En principio, suspendería las PASO por la «sana competencia». El gobernador porteño, en el mismo comunicado de prensa, anunció una «elección separada» o desdoblada de las elecciones nacionales para «discutir la propia agenda» de la capital, una agenda no disociada del proismo.
En una entrevista de abril del 2025, el expresidente Mauricio Macri, jefe del partido gobernante de la capital federal, el PRO —primo del gobernante porteño, Jorge—, preguntado por el contexto internacional y la suba de los aranceles globales del gobierno estadounidense, sostuvo: «Llegó mi amigo Donald (Trump) y puso todo patas para arriba. La verdad que la destrucción de valor en pocos días que se ha hecho es sin precedentes y (…) afecta mucho más a un país frágil todavía como la Argentina que está haciendo enormes esfuerzos para volver a tener una macroeconomía equilibrada…». Y sobre el gobierno de la LLA —La Libertad Avanza—, declaró: «Creo que hay oportunidades de mejoras enormes en el método (político) y en el fortalecimiento institucional.» No obstante, el 31 de marzo, unos días antes, en otra entrevista, en relación al enfrentamiento electoral por el feudo del PRO, la capital, había dicho: LLA tiene «un proyecto de poder que lamentablemente atenta contra un proyecto de país» y «su obsesión es ir por el PRO».
Durante al menos 5 años, desde las elecciones presidenciales del 2019, se escuchó ininterrumpidamente este argumento en boca del mitrismo, que se dice ser objetivo y apartidario, contra todos los espacios políticos nuevos que disputaron por el electorado de centro o centro derecha. La competencia electoral contra el proismo, en boca del mitrismo, era poco menos que “ladrona” y “funcional” al peronismo de izquierda que había gobernado el país en el siglo XXI. Ahora, advertido por encuestas, reales o no —en un espacio político, el PRO, conocido por ser muy receptivo a las mismas—, que auguraban el avance electoral de la LLA en la capital federal, el jefe del PRO, Mauricio Macri, en una actitud no muy “institucionalista” o “democrática”, bajó a la arena política usando el mismo argumento que descalificaba a toda competencia electoral. Se cerró un círculo. La descalificación puso en evidencia la larga operación partidaria del mitrismo al revelar beneficio y oportunidad del proismo.
En abril del 2025, el gobierno peronista de la Provincia de Buenos Aires, siguiendo el ejemplo del gobierno porteño, en medio de una supuesta interna partidaria, basada en descalificaciones mediáticas de las dos facciones partidarias, decidió desdoblar o separar las elecciones bonaerenses de la nacional. El gobernador, Axel Kicillof, en el contexto internacional, elogió las medidas proteccionistas del gobierno estadounidense, las «medidas industrialistas» de Donald Trump, la suba de los aranceles, a diferencia «de la Argentina de Javier Milei, probablemente (…) el peor gobierno posible para atravesar una situación como la que está viviendo el Planeta (Tierra)». Y agregó que «hoy nos enteramos (…) de más medidas de Milei para desproteger la industria y la producción nacional: le quitó, mientras todos suben los aranceles (Estados Unidos y la Unión Europea), Milei baja o quita aranceles a metales, motos y vehículos, artículos de tocador, electrodomésticos, neumáticos, textil, calzado. (…). El gobierno nacional de Milei (…) no cuida nada, o peor, destruye hasta lo que andaba bien… hasta lo que andaba bien.» El gobernador bonaerense está señalado por algunos economistas por haber sido el técnico en vaciar el Banco Central de la República Argentina (BCRA) de dólares a cambio de unas «Letras Intransferibles». Dos conocidos economistas proyectaban una pérdida por la mala gestión del peronismo entre el 2003 y el 2015 por unos 140 mil millones de dólares.
El gobernador peronista: «El sistema electoral argentino, y en la Provincia de Buenos Aires, no tiene en su historia episodios de acusaciones de fraude, problemas que hay en otros lugares. La Provincia (…) no tiene dificultades, no es un sistema que ande mal, o que nos puedan garantizar que lo que (se) ha propuesto es menos costoso, la verdad que no. (…). Milei (…) introdujo dos cambios, (…), quitó las PASO, (…), y en segundo lugar impuso un sistema nuevo, (…) la Boleta Única de Papel. (…). Pero se va a votar, según esta ley que sacó el Gobierno, (…), de una manera distinta como no se votó nunca, con un sistema nuevo, pero que además involucra (…) votar en dos urnas distintas, con dos boletas distintas, cada una con sistemas distintos. (…). Cada persona tiene que votar (…) en dos urnas distintas, con boletas distintas y dos sistemas distintos, dos tipos de boletas distintos. (…). Hemos realizado estudios, consultas, simulaciones, (…), y resulta inviable votar de esta manera, absolutamente inviable. Es como decía, realizar dos elecciones distintas un mismo día con un sistema nuevo. (…). Las simulaciones que se realizaron, y no son sólo del gobierno provincial, sino de otros gobiernos, y de otros sectores, dan que emitir el voto (con los dos sistemas) lleva el doble o bueno en tiempo como 4 minutos emitir cada voto lo cual haría que en mesas donde hay 350 votos lo puedan hacer en un tiempo marcado por este sistema solamente 150 personas. Esto es un cálculo llano y fácil de hacer. Se armarían obviamente largas colas, se generarían amontonamientos, sería un infierno.»
Las críticas y denuncias de fraude contra el sistema electoral de boletas por partido son bien conocidas. El Estado financiaba, en este sistema “infalible”, conservado en la Provincia de Buenos Aires, la impresión total del padrón electoral por cada partido político que se presentaba, aun cuando la mayoría de estos no sacaría ni sacó nunca más del 5% de los votos, en aras de la excepcionalidad democrática. Este sistema de financiamiento estatal de la eventual impresión de boletas que nunca se utilizaron tiene amplias denuncias por despilfarro de recursos públicos, corrupción y defraudación, estas últimas dos difíciles de comprobar por el mismo sistema. Otra crítica al sistema de la boleta partidaria es el robo de boletas, que perjudicó especialmente a LLA en la elección general del 2023, que no se puede evitar sin una robusta red de fiscales, exclusiva de grandes partidos. La boleta partidaria, en el seno de su sistema, favorece el corporativismo político y perjudica la competencia, la transparencia electoral y el ascenso de nuevos espacios políticos. La boleta única limitaría esta estratagema corporativista. Luego está el tema del tiempo. El gobernador peronista no señaló si los estudios que admitió para llevar a cabo el desdoblamiento incluyen el corte de boleta del sistema de la boleta partidaria. En todo caso, no hay peor escenario que ese en términos de tiempo. Y si el sistema de boleta partidaria es fraudulento, corporativista y defraudador, el problema evidentemente no es el nuevo sistema o la convivencia de dos sistemas. No se entiende tampoco que las elecciones deban limitarse a un solo día, y que ese día tenga que ser un domingo, cuando bien podrían adaptarse a una semana, a conveniencia del elector. La falta de profesionalidad legislativa en la implementación de nuevas políticas electorales perjudica la libre participación del electorado y demuestra favorecer al feudalismo político.
